viernes, 18 de noviembre de 2011

Porque es un buen compañero...

El hombre de al lado siempre suele ser ese típico vecino pesado que alguna vez todos tuvimos. Pero “El Hombre de al Lado”, aún más insistente y locuaz, es aquel del cual nos sorprendemos y nos shockeamos cuando el film finaliza y nos quedamos perplejos.
Este peliculón de Mariano Cohn y Gastón Duprat cuenta la historia de Leonardo (personificado por Rafael Spregelburd) un egocéntrico y prestigioso diseñador que, ante una sorpresiva construcción en la casa contigua a la suya, se ve debilitado viril y moralmente por Víctor, en la piel de Daniel Araoz, un supuesto vendedor de autos, gran convincente… caracterizando al clásico tipo de barrio porteño. 
Sus vidas se entrecruzan cuando Víctor decide mandar a construir una ventana ubicada frente a uno de los ventanales de la casa de Leonardo, “invadiendo” su intimidad y sobre todo la de su familia, altamente influyente en su opinión y su accionar dentro de la trama. Con la excusa de “darle luz a su hogar”, Víctor logra llegar a un acuerdo con el diseñador que, teniendo en cuenta sus contactos y amistades, termina por desestabilizar sus vínculos íntimos gracias a las artimañas de Víctor.
Las excelentes actuaciones de los personajes primarios y también de los secundarios crean un resultado desopilante, que deja al espectador boquiabierto y con algunos cuestionamientos. Desde la mirada específicamente audiovisual, la película se basa en diálogos sin música de fondo, lo que le da un toque de cotidianeidad y de “realidad”, además de contar con majestuosos planos cortos que destacan el contexto dentro del cual se desarrolla el nudo de la historia, sobre todo en momentos en los que Leonardo y su esposa charlan agotados y resignados por los ruidos molestos que los llevan a un insomnio permanente e insoportable o escenas en las que Víctor hace gestos firmes que resaltan sus facciones y su aparente carácter altanero pero pintoresco. La perlita del film fue el lugar de locación ubicado en la Ciudad de la Plata, más precisamente la única casa diseñada por el genial artista suizo francés Le Corbusier en toda América, considerada la obra maestra de la arquitectura moderna.  
La clave está en las diferencias; dos personalidades que, sobre distintas miradas, son interesantes y hasta pueden resultar familiares. El condimento psicológico y tortuoso lo aportan la presión ejercida por la esposa de Leonardo hacia su marido y la extraña relación que mantienen Víctor y la hija de su vecino, “de pared a pared”, a través de la puesta en escena de una suerte de títere-dedo improvisada del personaje de Araoz, quien se luce entre lo divertido y lo irónico.
Simplemente me resta decir que “El hombre de al lado”, cuente o no la historia de este Víctor que se asemeja a cualquier personaje similar de nuestras vidas, es de esas películas que uno no puede dejar de ver hasta el final, o al menos hasta que alguien quiera interponerse para situarse en una ubicación mejor y no permitir la vista buena y detallada. No se aceptan interrupciones, cualquier mínima distracción es perjudicial para su máximo entendimiento… y su maravillada critica. 

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