lunes, 5 de marzo de 2012

Re-cordis mi "Bucay".

Debo reconocer que hace demasiado que no escribo, que esto de no tener inspiración en vacaciones a veces es un poco frustrante y que lo único que me vendría genial para seguir con "La Vida en Paz", mi primera y, hasta ahora, abandonada novela sobre muchas cosas que escuché por ahí y otras tantas que veo y escucho de muchas de las personas que me rodean, sería un musita o musito que me caiga del cielo. O de algún otro libro, claro.
Pero en este caso en particular, y luego de darme cuenta de que este blog se convirtió en cualquier cosa menos en un infomativo, sé que es la mejor manera que tengo de leerme a mí misma... enojada, triste, feliz, esperanzada, experimentando todas o casi todas las sensaciones que una persona y sobre todo de una "no tan niña" debe vivir para dejar de serlo de a poco.
La publicación de hoy trata sobre esas pequeñas grandes sabias personitas que nos hacen creer, descreer, crecer... en fin, construir y/o destruir ese inmenso castillo enmarañado de preguntas y respuestas que nos hacen pensar y repensar sobre lo que nos pasa y lo que queremos que nos pase. Una de ellas, una de esas musitas a las que me refería antes, es hoy una mujer divina en todos los sentidos, que supo aconsejarme y tratarme como una princesita, cuando todavía lo era, y a quién recuerdo no sólo como una gran profesional, sino como una gran amiga. No voy a develar su nombre por ahora, porque espero que cuando lea esto sepa autoidentificarse.
Con ella, problemente de esas que se pueden clasificar como "soul sisters", aprendí entre otras cosas que los cortes no siempre tienen que ser tristes y dolorosos y en el último de los casos, si lo eran, ella iba a estar para sanarlos. Una especie de Belen Fraga eterna y no-ficticia (los/las que vieron Chiquititas me deben entender). Compartimos partidos de Yenga, partidas complicadisimas del Mis-te-rio que finalmente me compré para tratar de ganar alguna vez, memotests, etc. Juegos que entendí en el trancurso del tiempo que tenían un significado importantísimo en mi terapia, a la que un día dejé de ir sin entender muy bien por qué, pero de las que nunca me olvidé.
¿De dónde sale todo ese "Re-cordis"? De que las redes sociales logran encuentros inesperados y de que el centro de nuestra ciudad, mucho más. Así es que pensé "la voy a buscar, a ver qué onda" y la encontré. La ví con su familia y me puso muy feliz saber que nuestra separación era necesaria para las dos, sobre todo porque el destino nos tenía preparada las mejores de las vidas. A mí me falta mucho más que a ella, pero ella consiguió lo que más quería: ser mamá, y además de dos bellezas.
En este oportunidad la moraleja se la robo un poco al grande de Eduardo Galeano: Recordar es volver a pasar por el corazón, ése es el famoso significado de Re-cordis. Y a su vez, mi re-cordis se refiere a la más grossa de mis musitas. Para vos, Carol. Muchas pero muchas e infinitas GRACIAS.